Me encontré con un tío de mi pueblo, bastante mayor que yo, sellando la tarjeta de demanda de empleo. Al salir me siguió, me llamó y me pregunté que dónde iba. Se puso a caminar a mi lado, diciendo que iba conmigo y luego podíamos regresar juntos al pueblo, que él tenía coche. Yo le dije que no. Tras un buen trayecto me dijo «podemos echar un polvo». Eran las 11 de la mañana de un lunes. Me puse a gritarle en medio de la calle y me dijo que era una estrecha. Finalmente desistió. Lo pasé muy mal, no daba crédito a que me pasara aquella situación porque jamás había hablado con él, aunque lo conocía de vista a él y a su mujer.
20 años.