Hemos limpiado todo el módulo en un traslado, a pesar de que estuvo ocupado por hombres, y posteriormente volvió a ser ocupado por hombres. Los funcionarios decían que «era nuestro trabajo».
Nº 287
Me casé con 13 años con el padre de mis hijos. Me encontraba sola, porque mi padre estaba en prisión. En mi casa éramos todas mujeres. Así que me casé. Mi marido me maltrataba psicológicamente a diario, y me daba palizas. A causa de las palizas empecé a tomar pastillas. De hecho él me obligaba a tomar esas pastillas, ya que me dejaban sedada. Así no podía salir de casa, y me podía tener encerrada, que era lo que él quería. También me obligaba a tener con él relaciones sexuales, y si no accedía a tener sexo con él me volvía a dar una paliza.
En una de las ocasiones, a causa de la cantidad de pastillas que tomaba, acabé en la UCI ingresada, y tuve un aborto.
Otra de las veces, a causa de una discusión donde le dije que me iba a ir de casa, se llevó a mi hijo, lejos de mí, y estuve un mes sin verlo. Al final volví con él, y tuve a mi otra hija. Denuncié la situación varias veces, pero siempre acababa quitando la denuncia por presiones familiares, y porque me amenazaban.
A partir de ahí fueron palizas continuas. Llegué a hacerme una habitación con una cerradura y una puerta semi blindada para esconderme de él, para evitar los maltratos. A raíz de esa situación me animo a denunciar, en julio del año pasado. Me obligaba a robar para mantenernos, y si no quería pues me daba otra paliza. Así que una de las veces dejé que me pillaran, para que la policía pudiera sacarme de allí. Denuncié la situación y pude ir a un centro de acogida. Después empecé a salir con un hombre, que ahora es el amor de mi vida, y soy feliz con él y con mis hijos.
Sin embargo la adicción a las pastillas que él me obligaba a tomar me pasó factura. No podía dejar de tomarlas, y durante una época no estaba en mi sano juicio. Fue ahí cuando agredí a un agente. Tuve que ir a un centro de desintoxicación durante un tiempo. Después salió el juicio y acabé en prisión.
La cárcel me está ayudando a ser más fuerte. Por lo menos él está lejos, y tengo el apoyo de mi pareja y de mis hijos. También me ayuda tener una psicóloga en prisiones, con quien me desahogo. También me ayudó mucho mi estancia en los Centros de Acogida, y la ayuda posterior que recibí.
De vez en cuando todavía recibo cartas de mi él. No con amenazas ni nada de eso, sino diciéndome que quiere volver conmigo. Pero yo sólo quiero salir de aquí para irme con mi pareja y mis hijos, y poder seguir rehaciendo mi vida.