Mi historia espero que sirva al grupo de personas que se encuentren en la misma situación o similar.
Todos los momentos más felices de mi vida, para cualquier mujer, han sido los más amargos. Empezando por el día de mi boda, que me casé y mi futuro marido estaba enfadado con todos mis familiares. Me encontré sola en muchas situaciones en los nueve años que llevaba con él casada. Sentía miedo por no saber que me encontraría al volver de casa de mi madre. Se liaba conmigo porque llegaba a una hora y no estaba en casa.
Llegó el bautizo de mi pequeña y me la lió en la iglesia a voces. Son momentos que se quedan marcados para siempre.
Me agredió cogiéndome del cuello en una sola ocasión pero me duelen más las palabras que se te clavan en la mente y es difícil olvidar.
Me sentía inferior y que no valía nada cuando me echaba en cara quien traía el dinero y quien sostenía la casa. Mentira, porque yo también trabajaba, pero en esos momentos duele el sentir que no vales nada, que le das la razón.
Quise dejarle en dos ocasiones. En la primera, me dio miedo porque me quiso denunciar si me iba, por abandonar el hogar, y quitarme a la niña. En la segunda ocasión le dejé, pero me sentí sola, puesto que mis familiares veían que por los niños debería estar con él. Así que volví.
Y ya en febrero de este año, dije “basta”. Sola di el paso porque vi que no cambiaba y que ya no era lo mismo.
No confiaba en una persona que no fuera él, que me acosaba, que me quitaba de relacionarme con mis amigas y que me estaba quitando en cierto modo, mi identidad. Separada desde febrero de este año.
33 años.