Estaba con unas amigas de cena. Habíamos pedido unos aperitivos en un restaurante de marisco. Unas gambas, langostinos, y media ración de ñoclas.
Y al traernosla, el camarero dijo, sin tapujos: «Tengo un amigo churrero, ¿No preferís unos churros?» con una mirada pícara.