Tenía 18 años y un hombre me miraba fijamente en el bus que va de mi núcleo urbano al de al lado. Me lo volví a encontrar a la vuelta, y me di cuenta de que me estaba siguiendo. Estaba histérica pero conservé la calma y conseguí despistarle yendo por callejuelas de mi barrio. Cuando llegué a casa tuve que ponerme a llorar para liberar toda la tensión que tenía acumulada.
18 años