Durante mi época universitaria, estudie trabajo social, solía salir todos los días a la misma hora de casa, ir a estudiar, tomar café con mi grupo de amigas y amigos, salir por los bares de siempre y divertirme como mis veintitantos años me lo pedía. En mis salidas de casa, como en los bares frecuentados siempre me encontraba con el mismo chico. Un chico alto, guapo, muy musculado, que cada día me miraba de reojo, y yo devolvía la mirada, mas que nada porque llevaba un perrete que me encantaba. Una noche cualquiera, de fiesta con mi gente me lo encontré en el baño del «Miserere» el típico bar donde vamos cada viernes. Me dijo que me veía cada día, que le gustaba y que quería entrar conmigo al baño, a lo que le respondí que a mi me gustaba su perro, que también lo veía cada día, pero no que quería que entrara al baño conmigo, el insistió una y otra vez y al final le dijo NO! muy rotundo y parece que lo entendió, pero al entrar en el baño forzó la puerta y allí me vi diciéndole que saliera, que por favor saliera, y él, el chico guapo no podía entender que yo, una chica normal lo rechazará, lo cual le dio derecho a agarrarme de los brazos, empotrarme contra la pared y forzarme mientras gritaba sin parar, no sabia que hacer, sientes que no eres nadie, que tus decisiones no importan y que la fuerza esta por encima de todo, pero no pare de gritar… otro chico, al que no conocía abrió la puerta y me lo quitó de encima. No sabia que hacer así pues me fui corriendo a casa. Y a partir de ese día llegó lo peor, tener que verlo cada día, como me miraba, como se acercaba a mi cada noche a decirme que estaba gorda que era fea y que daba asco, mi pulso se paraba cada vez que lo hacia, salia de casa con miedo, con pavor y fui incapaz de denunciarlo. A veces cuando vuelvo a Salamanca temo encontrármelo por la calle (pues era profesor de una Universidad Privada). Esta fue la primera vez que sentí pavor, pero no ha sido la ultima, hay amigos que se creen con derecho a que seas suya y cuando lo cortas se presentan de madrugada en tu casa gritándote que le abras la puerta, te esperan a la salida del trabajo, igual te compran rosas que te tiran objetos como si fueras basura,de esta persona me aleje (tras varios años sufriendo a diario) huí, y es lo que he echo constantemente alejarme de todo lo que me produce miedo a salir de casa, me mudo de ciudad, de trabajo y vuelvo a empezar. Pero ya me he plantado, me he prometido a mi misma, con mis 32 años, que no voy a consentirlo mas, que no quiero tener MIEDO por ser mujer, que no estoy sola, aunque camine sin nadie por la calle, que tengo voz, capacidad, inteligencia y sobre todo ya no me quiero esconder más.
32 años